Querido Isaías:
Hoy ha amanecido una mañana hermosa, con radiante luz, pero teñida de un sabor agridulce. Tenemos
que despedirnos de un amigo con el que hemos compartido muchas jornadas
montañeras, disfrutando de tu siempre alegre camaradería, de tu buen humor y de tu enorme capacidad de ayuda solidaria. De tu espontaneidad y de la nobleza de tu carácter. Y, lo que es más importante, mostrándonos una guía ejemplar
de comportamiento intachable con tu mujer, Pilar, hasta el último momento, sin dar tregua
al desaliento, sin ni siquiera escuchar el jadear de su respiración en los
repechos difíciles que, desde luego, habrán tenido que irse superando. Esa es tu
herencia y ese es el valioso recuerdo que nos dejas.
Gracias a tus
apreciables condiciones físicas, acostumbrabas a llegar el primero a la cima y
en este última excursión de hoy también te nos has adelantado. No importa,
Isaías, estés donde estés nos encontraremos. Y si nos despistamos, dado lo
abrupto de estos parajes, nos guiaremos por la luz de tu ejemplarizante conducta familiar y por el rastro de amistad que nos has dejado.
Gratitud y entrañable
recuerdo, para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario